El texto bíblico se lee con los lentes de Dios, y no con mis propios lentes.
O sea, es Dios hablandonos para guiarnos y no yo hablándole a Dios para decirle qué debemos hacer. Si cambias el orden, puedes poner en peligro tu vida, a tu familia y tu comunidad. Así de claro y peligroso. Es como cuando deseas construir una casa sin valorar los principios del constructor. Pueden salir dañados quienes la habiten.
Por eso el mismo texto bíblico nos llama a ser como los hijos de Isacar, entendidos en los tiempos. Y por cierto, estos eran un número muy reducido. Pues la mayoría eran sólo buenos guerreros, pero nada más. Por lo que a su fuerza le faltaba añadir ser entendidos en lo que sucedía a su alrededor para decidir bien en la batalla, y no perecer por decisiones tontas y torpes. Por eso a veces eran fácilmente derrotados, por su mismo ímpetu con tan poca visión, entendimiento y cordura.
Hoy mas que nunca necesitamos hacer una correcta exégesis de las Escrituras porque en ella sabemos que hallaremos palabras de vida eterna. Y así cumpliremos la Gran Comisión con mayor efectividad y no faltos de entendimiento de lo que realmente se nos mandó a hacer. Sin embargo, si lees las Escrituras eisegéticamente podrás correr el peligro de no entender tu propósito de vida, de confundir a otros y hasta llegar a ser un tonto útil del sistema y dirimir de tu FE y de tu Misión.
¡ÁNIMO! VAMOS A LEER LA BIBLIA CON LOS LENTES DE DIOS.
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